Fiestas y turismo a principios del siglo XX

En una entrada anterior de este blog ya hablamos del final del viaje de Georgiana G. King. Su llegada a Santiago es una oportunidad para que nos muestre el ambiente festivo que se vivía en Santiago durante las celebraciones del día del Apóstol del año santo de 1915. Nos describe el bullicio de una ciudad en la que se mezclan los peregrinos, los visitantes en general y toda aquella gente procedente de las parroquias próximas a Compostela y que son habituales en estas fechas. En una visión de conjunto, nos da la sensación de ser una atmósfera que no se debía de distinguir demasiado de la que vemos en la actualidad.

La modernidad, que se va instalando también en las tradiciones, se advierte en las celebraciones de los años santos a medida que avanza el siglo XX y se relaciona con el turismo, fenómeno contemporáneo que se asienta en la sociedad gallega siguiendo la estela de las tendencias del viejo continente. Si el 25 de julio ya era en sí mismo un atractivo importante, mucho más si coincidía en domingo. Y todavía más si se organizaban actividades y eventos que resultasen atractivos para la gente en general.

El turismo se había comenzado a desarrollar en el Reino Unido, al mismo tiempo que se implantaba la sociedad industrial que llevaba aparejada la necesidad de salir de los ambientes cada vez más contaminados de las nuevas ciudades. Pero la actividad turística se diversifica y la mejora de la tecnología favorece la movilidad de las personas. En un contexto dominado por las continuas innovaciones, las muestras de los avances industriales se empiezan a ofrecer al público a partir de finales del siglo XVIII, llegando a su apogeo con las exposiciones universales, comenzando por la primera de Londres de 1851.

Este tipo de exposiciones movilizaban a un número muy importante de personas en lo que podemos considerar los inicios del turismo de negocios, pero también urbano y cultural. Las diferentes exhibiciones de París y Londres, las dos grandes ciudades europeas del momento reciben millones de visitas, algunas organizadas por las primeras agencias de viajes, al tiempo que se celebran congresos y se acude a los museos que abren sus puertas a la nueva burguesía culta que está en pleno crecimiento.

Aunque con mucho retraso, este fenómeno también lo vemos en Santiago aprovechando los años santos. Al igual que en las exposiciones universales, la masiva llegada de visitantes era una oportunidad para desarrollar una agenda cultural que, al mismo tiempo, estimulaba la propia llegada de más viajeros. Así ocurrió en 1909 cuando se celebró en Santiago una exposición regional coincidiendo con el año santo y que, como apunta Rodríguez (2004), fue acompañada de los esfuerzos de difusión por parte de la Archidiócesis compostelana. En 1915 crece el ánimo por el fomento del turismo que se considera una importante fuente de riqueza.

Como vemos, estamos en un momento en el que el turismo empieza a impregnar muchas de las actividades culturales, incluidas aquellas con contenido religioso: la propia Georgiana G. King era una turista en las celebraciones jacobeas de 1915. Esta transformación, que todavía está en sus inicios, se irá acelerando en los años posteriores y, aún a pesar del retroceso de los primeros años de la dictadura de Franco, continúa hasta la actualidad cuando muchas festividades religiosas pierden casi por completo ese carácter original y otras, aun conservándolo, se van turistificando cada vez más.

La Semana Santa andaluza puede ser un buen ejemplo de cómo una celebración religiosa, sin perder ese carácter, se consolida como uno de los principales atractivos para la generación de visitantes. Hay autores, como Esteve Secall (2001) que ya se refieren al atractivo que tenía en el siglo XIX la Semana Santa para los forasteros y como la burguesía toma el control de las cofradías y contribuye a la conversión de esta festividad en un fenómeno turístico, aumentando así su impacto económico.

En España nos encontramos con otras muchas festividades cuyo origen religioso se fue diluyendo en la fiesta a medida que pasaba el tiempo. Es el caso, por ejemplo, de las Fallas de Valencia, inevitablemente unidas a la celebración de san José cuyo protagonismo se va reduciendo a medida que el enfoque turístico se va haciendo más evidente. San Isidro, san Fermín o incluso El Pilar de Zaragoza son otros casos en los que, con mayor o menor relevancia, se evidencia esa complementariedad inicial entre religión y turismo y, a veces, la pérdida, o al menos el cambio, de ese sentido original.

El relato de Georgiana G. King es muy interesante porque nos refleja un momento de cambio en Santiago. La segunda inventio coincidió en el tiempo con una reactivación de las peregrinaciones en Europa: la movilización de las bases de la iglesia es una reacción ante los cambios sociales que se aceleran en el siglo XIX y que requieren de una adaptación a los nuevos tiempos. Compostela va a participar de pleno en este movimiento que incluye al turismo como un fenómeno imparable que estuvo íntimamente unido con el resurgir de las peregrinaciones jacobeas.

En su largo viaje por el norte de España, King no deja de ser una turista, si bien todavía le acompaña esa idea romántica de los viajeros del Grand Tour. Pero ella ya utiliza el tren, fundamental para entender los orígenes del turismo, así como también los modernos hoteles, que aún no existían en muchas de las localidades atravesadas por ella. Aunque tal vez con una mirada antropológica, nuestra autora nos hace un retrato singular de las celebraciones del Apóstol en un 25 de julio año santo en las que se mezclan vecinos, autoridades, peregrinos, fe y fiesta. Es cierto que a King le interesa mucho más el arte y la historia asociada al mismo que la vida ordinaria de las personas que se encuentra en su camino. Con todo, en su llegada a Compostela nos deja una fotografía de un gran valor para entender un momento tan singular de hace algo más de cien años.

Referencias

Esteve Secall R (2002) Turismo y religión. Aproximación a la historia del turismo religioso. Málaga: Universidad de Málaga Rodríguez, M.F. (2004) Los años santos compostelanos del siglo XX. Santiago: Xunta de Galicia

XOSÉ MANUEL SANTOS SOLLA

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